Sin embargo, sin perder nunca estas costumbres, deberíamos de plantearnos si nuestras oraciones en familia se limitan exclusivamente a estas fechas. Si, dejados llevar por una ola de piedad socialmente aceptada, sólo compartimos la experiencia de Dios con una buena excusa de por medio…
Quizás deberíamos aprovechar estas fechas y no convertirlas en una “excepción” en nuestra vida interior, sino que fuesen máximas expresiones de una fe cultivada todo el año. Antes bien, sería bueno, aprovechar el favorable clima de popular devoción para acercar a Dios a aquellos amigos y familiares que viven más alejados y, a la vez, dar gracias por poder compartir unidos el misterio de la Navidad: Por poder vivir en comunidad la alegría de Dios hecho hombre, la alegría del inicio de la Salvación.