Poco a poco hemos superado el ecuador del Adviento y nos situamos en su tercer domingo. Cada vez falta menos para rememorar el acontecimiento que la humanidad esperaba ya desde los tiempos del Antiguo Testamento: la venida del Mesías.
Hoy nos paramos una vez más a pensar sobre estas fiestas de Navidad que quedan a la vuelta de la esquina y lo vamos a hacer sobre la importancia de los símbolos.
La Navidad es, quizás, la época del año que con más símbolos se termina representando o en la que, por decirlo de otra manera, más símbolos decoran nuestros hogares, nuestras ciudades, los colegios, las iglesias, cualquier oficina, etc. Entre ellos los encontramos muy variados: el árbol de navidad, las guirnaldas, muérdago, luces de colores, algún Papá Noel escalando por los balcones... ¿pero qué significan estos símbolos que hemos nombrado? No parece que signifiquen demasiado, simplemente nos recuerdan que estamos en Navidad.
Ahora bien, si hablamos de un Belén con su portal, de los Reyes Magos, de ángeles que anuncian la Buena Nueva, los paños del Niño Jesús que tanto proliferan en los últimos años... parece entonces que sí tienen un significado mucho más trascendente. Nos dicen que es Navidad pero también nos dicen que algo grandioso ocurrió, hace ya más de dos mil años en la ciudad de Belén.
Pues bien, nuevamente, seamos "fieles" a nuestros símbolos, los de los cristianos. Que no nos dé vergüenza que las luces de nuestras casas tengan forma de ángel y no de reno. Que nuestro árbol de Navidad se corone con la estrella que guió a los Reyes Magos hasta el portal de Belén. Que en nuestros hogares haya un rincón en el que representemos el feliz acontecimiento de Noche Buena con uno de los clásicos belenes. Que si cantamos un villancico sea "Dime Niño" o "El tamborilero" antes que un "Jingle Bells" que pueda estar algo más vacío de significado para nosotros.
En definitiva, está en nuestras manos que Navidad siga significando Natividad; y en ello los símbolos pueden jugar un papel fundamental.